C. Del Río / F. Del Busto
Avilés
Jueves, 5 de septiembre 2024, 02:00
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La familia de Francisco Arias Arias, fallecido el pasado 17 de agosto, suma al dolor por su muerte la incomprensión por cómo se sucedieron los hechos y la pregunta que martillea su cabeza: ¿Por qué no se opera de urgencia a un paciente cuya vida está en juego y por qué no se aplica el sentido común por delante de protocolos y listas de espera? Posiblemente sea una pregunta sin respuesta y ellos ahora solo pueden gestionar este dolor.
Francisco Arias sufrió una caída en su domicilio a principios de julio y al principio pensó que no se había roto nada porque el dolor no era muy fuerte. Pero comenzó a aumentar y el día 15 le hicieron una radiografía en Urgencias del Hospital Universitario San Agustín. Le dijeron que no había ninguna fractura y lo enviaron a casa con analgésicos y frío local. A los cinco días la familia llamó a Urgencias porque el dolor era cada vez más fuerte y tenía dificultad para orinar. Acudió un médico al domicilio, le colocó una sonda uretral y «le dijo que no se quejara tanto que no tenía nada fracturado».
El día 22 vuelven a llamar a Urgencias porque la orina tiene un color más oscuro (hematuria). De nuevo un médico acude al domicilio y lo envía al hospital donde, tras la exploración, ahora le diagnostica una fractura de la cadera izquierda y lo dejan ingresado para operar.
Al día siguiente la familia habla con el traumatólogo, «que parecía no saber nada de la hematuria», y que sobre la operación de cadera les comenta que solo hay dos quirófanos operativos y una lista de espera de catorce paciente. A pesar de la insistencia de la familia sobre los días que habían pasado desde la caída, el traumatólogo les dice «que no hay nada que él pueda hacer para adelantar la intervención», relatan. Queda fijada para el 31 de julio, nueve días después del ingreso. «Nuestro padre sube a planta y, según pasan las horas, empeora», relatan los hijos. Le llegan a bajar incluso a la Unidad de Cuidados Intensivos, donde permanece cuatro días. De nuevo en planta, «comienzan a sucederse una serie de complicaciones (neumonía, infecciones, pérdida de masa muscular, insuficiencia cardiorrespiratoria), todas ellas derivadas, según nos indican, del encamamiento tan prolongado en la misma postura, ya que solo podía estar echado boca arriba, y de la fractura de cadera pendiente de intervención».
Finalmente, fallece el sábado 17 de agosto. La familia está convencida de que «si a nuestro padre lo hubieran operado a los tres días (que es el tiempo necesario para desintoxicar del Sintrom) de llegar al hospital, tal vez seguiríamos teniéndolo con nosotros».
A pesar de su queja, quieren ser justos con la mayoría de los profesionales del hospital, que «se nota a la legua que trabaja desde la vocación». De hecho, celebran la «inmensa suerte» de haberse encontrado con algunas de «estas maravillosas personas» en la planta sexta sur y piden que se pongan los medios para que otras familias no tengan que pasar por esta experiencia.
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Enlace de origen : Fallece tras esperar nueve días encamado en el San Agustín con la cadera fracturada