De Avilés al debut del Albacete en Primera

Alberto Rendueles

Lunes, 6 de enero 2025, 08:33

El acuerdo de fusión entre el Real Avilés y el Club Deportivo Ensidesa conllevó la decisión de formar una nueva plantilla, que obligó a realizar descartes. Los técnicos y dirigentes que encabezaba Juan Muro de Zaro optaron por dar continuidad al proyecto siderúrgico, aunque con rescate final de un jugador blanquiazul, el portero Viña. Sin embargo, otros futbolistas fueron descartados entre ciertas críticas de la afición del Suárez Puerta, al considerar que tenían sitio en la nueva etapa balompédica local. Ese fue el caso del centrocampista Menéndez, que casi una década después haría historia en el Albacete. De hecho, formó parte de la plantilla que ascendió por primera vez en su historia a Primera División y participó en el debut oficial del club en esta máxima categoría.

De fino estilo y gran pundonor, José María Menéndez Cabrera siempre se mostró orgulloso de su origen en la localidad gozoniega de San Martín de Podes, desde donde fue captado por la Escuela de Fútbol de Mareo. Desde aquí llegó al Real Avilés en la temporada 82-83 junto con el defensa Amador y el delantero Álvaro para ponerse a las órdenes de Pío y finalmente con Isidro Caballero.

En el conjunto blanquiazul formó línea de centro de campo junto a Luis Gabriel y Juan, en una formación habitual en la que también solían figurar el portero Viña; los defensas Víctor Núñez, Acevedo, Amador y Roberto; y los atacantes Mero, Álvaro y Tomás. Su posición final, décimo tercero, en el grupo segundo de Tercera División –que por entonces formaban equipos asturianos y cántabros– no respondió al potencial del cuadro blanquiazul, que aspiraba a cotas más altas.

Tras esta primera etapa, Menéndez formó parte de las filas del San Martín, Unión Popular de Langreo, y Lorca para ser firmado nuevamente por el Real Avilés Industrial. El técnico Raúl González lo recuperaba para su nuevo proyecto en la temporada 1988-89, en la que ya se estaba conformando el equipo que, un año más tarde, ascendería a Segunda División A. Ahí ya estaban los Segundo, Iñaqui Marigil, Blas, Joaquín o Velázquez, que formaban la base principal de un equipo que ha pasado a la leyenda del fútbol avilesino.

Nuestro protagonista formó parte habitual del centro del campo junto a Baza y Coloma en una temporada que se finalizó en cuarta posición, a solo un punto del Baracaldo y Orense, y a nueve del campeón, Bilbao Athletic, quien a la postre alcanzaría el soñado ascenso.


Menéndez figura agachado, segundo por la izquierda, en el Albacete.


Queso mecánico

En el verano de 1989, Menéndez entra en su mejor etapa deportiva. Ficha por el Albacete, también por entonces de Segunda B, que dirige un joven nacido en Gijón pero afincado desde pequeño en la comunidad valenciana: Benito Floro. Allí forma parte de un bloque que asciende pronto a Segunda A y, a la campaña siguiente a Primera División, por primera vez en su historia.

Se trataba de un equipo que daba gusto verlos jugar, ya que prácticamente lo hacían de memoria, de ahí que se les dio a conocer por el sobrenombre de ‘Queso Mecánico’. Precisamente esa campaña del ascenso a la máxima categoría, la 90-91, se midieron al Real Avilés Industrial en el campo Muro de Zaro, que será recordado no solo por el triunfo visitante o el buen juego de este equipo, sino también por la anécdota de ver a su portero, el costarricense Conejo, rezando de rodillas sobre el césped antes del inicio del compromiso.

El debut de Menéndez y del propio Albacete en Primera División tuvo lugar el día 1 de septiembre de 1991 en el campo pamplonica de El Sadar, con una alineación que estuvo formada por Conejo; Coco, Juárez, Geli, Menéndez, Catali, Chesa, Zalazar, Camilo, Corbalán y Etcheverry. Un debut que finalizó con derrota por dos goles a cero, logrados por el local Jan Urban, pero con el significado para los manchegos de poder figurar ya en el cuadro de honor del fútbol nacional.

En 1994, el ex jugador realavilesino no llegó a un acuerdo de renovación de contrato y aceptó la oferta del Real Betis Balompié, que por entonces ya era propiedad del conocido presidente Manuel Ruiz de Lopera. Tras dos temporadas en las filas del titular del estadio Benito Villamarín, también en la máxima categoría, regresó al Carlos Belmonte, donde le estaba esperando con los brazos abiertos la afición del Albacete. Dos temporadas más con ellos pondrían fin a su vida como futbolista en activo, después de dos décadas dando clases magistrales por los campos de España, y dejando legado de otro buen momento de la historia del balompié avilesino.

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