Alerta en Avilés tras dos agresiones a vecinos de La Luz en el último mes y medio

Miércoles, 4 de septiembre 2024, 02:00

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La hostelera Natalia Fernández Perea tuvo la ‘osadía’ de responder a una acusación falsa en su negocio y eso le costó el pasado 27 de agosto una agresión que conllevó unas cuantas lesiones en la cara de las que aún se recupera. Lejos de amilanarse y callarse, decidió dar a conocer lo que es vox populi en el barrio pero de lo que no se habla demasiado en público por aquello de la corrección política. Ella y muchos vecinos quieren un cambio y expulsar de su barrio a una serie de familias problemáticas porque lo único a lo que aspiran es a poder vivir tranquilos y seguros en La Luz. La asociación de vecinos respalda este sentir general y ha puesto en marcha una recogida de firmas en las que solicitará al Ayuntamiento que garantice la seguridad en el barrio y «haga algo» para que las familias conflictivas salgan de sus calles. Ayer el concejal de Recursos Humanos y del barrio de La Luz, Noé Vega visitó a la hostelera agredida para conocer los detalles. No hubo ningún compromiso.

«Estamos cansados de la gente de etnia. En el colegio hacen ‘bullying’ al resto de escolares, se adueñan de los parques y andan atemorizando al resto de la gente», resume. Ella sufrió las consecuencias de plantarles cara la víspera de San Agustín. «Vinieron unos niños que habían venido otras veces pidiendo cuatro pinchos de pollo. Los pinchos se hacen al momento y el pan tarda veinte minutos en hornearse, así que les dije que regresaran en veinte minutos», explica. Ellos no llegaron a aparecer porque quien lo hizo fue la madre y «me dijo que los críos llevaban una hora y media esperando por esos bocadillos, lo cual era mentira». Natalia, además de desmentirla, la retó: «Pues si los quiere más rápido, hágaselos usted o cómpreselos en el McDonald’s. No os quiero aquí más». «Igual no fue la respuesta más correcta, pero estoy harta», asegura la hostelera.

No habían pasado ni diez minutos cuando por la puerta de su local entró «no sé si era una hermana o la tía, llamándome sinvergüenza, racista, maleducada. yo respondo y nos enganchamos». Fueron los clientes quienes las separaron y llamaron a la policía, pero antes de que llegaran los agentes las mujeres ya se habían ido. Esa noche, víspera de festivo, tuvo que cerrar el bar y perder ventas «por unos pinchos de ocho euros». Con todo, lo peor son las marcas de la cara y las denuncias cruzadas: Natalia ha denunciado esta agresión y a su vez ha sido denunciada por ellas.

«Hemos pensado hasta en manifestarnos», asegura Natalia porque esta agresión llegó un mes después que la sufrida por E. M. C., vecino de la calle Hernán Cortés. Explica que sus vecinos de rellano son una pareja de etnia de cierta edad con la que nunca habían tenido problemas hasta que hace un par de años han llegado al piso sus hijos y nietos y «han convertido el edificio en un estercolero». «Tiran la basura por las escaleras, no dejan de hacer ruido a todas horas, desde que están aquí hay ratas por la suciedad, es terrible», resume.

Él cayó por las escaleras cuando trataba de sacar a varias personas del piso de una vecina. «Llegué un día de trabajar y escucho a una ‘paisanina’ llorando. Cuando subo las escaleras veo que está sola con su nuera en su vivienda y que están tres mujeres con dos o tres hijos, la verdad que ya no me acuerdo, discutiendo con ella y metiéndose en su casa. Me metí en el medio y traté de sacarlos del piso, así fue como caímos por las escaleras y esos dos tíos me aplastaron», relata. Afortunadamente, todo quedó en magulladuras y marcas en la cara, que un mes después todavía se ven.

Él los ha denunciado por tres presuntos delitos: de agresión, amenazas (porque amenazaron a su hija menor con cortarle el cuello y quemar el edificio) y por insalubridad. Por suerte para él, las amenazas están grabadas en vídeo por un vecino.

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